Seguidores

miércoles, 2 de marzo de 2011

25 De diciembre

Aunque esta historia sea navideña la publico.

María se levantó perezosamente de la cama. Era una mañana lluviosa y fría. Miró el reloj y recordó la fecha: 25 de diciembre. Soltó un bufido. María  odiaba esa fecha. Esas idioteces de un hombre gordo, con barba blanca, que vive en el polo Norte y que trae regalos por la noche, no se lo tragaba. Cada navidad se reunía en casa de su abuelo Nicolás y este contaba historias. María bajó las escaleras vagamente y escuchó el traqueteo de la máquina de té. La chica se asomó a la cocina y observó a su abuelo cocinar.
-¿Abuelo qué haces?-preguntó María.
-Preparo té para el desayuno-dijo.
María observó 4 cubos de agua puestos en el suelo y llenos hasta arriba.
-¿Para qué es eso?-preguntó la chica.
-Es para los renos-explicó-cuando vengan esta noche-el rostro del abuelo se iluminó.
-Vamos abuelo que no tengo 5 años-contradijo la chica-Carlos y Lucía se tragan eso pero yo no-dijo muy segura-ya tengo 15 años no creo en papá Noel.
El abuelo miró a su nieta con cierta amargura. El señor recordó como su nieta cuando era pequeña se sentaba la primera en su regazo para escuchar sus historias respecto al gordinflón de Papá Noel. El abuelo volvió a su trabajo sin decir nada y María salió de la cocina.
-¡Papá Noel!-se burló-¡menuda idiotez!
La chica se sentó en la mesa y encendió el televisor. Solo había películas sobre la navidad y Papá Noel. La chica suspiró. De pronto se escuchó como las viejas escaleras de la casa crujían y dos niños de 5 y 7  años respectivamente bajaban corriendo. María observó a sus hermanos dirigirse a la cocina.
-¡Hola abuelo!-saludó Carlos de 7 años.
-Buenos días-el abuelo les besó la frente a los niños-espero que esos cubos sirvan-el hombre señaló los 4 cubos de agua y los niños sonrieron.

-¿No son muchos?-preguntó Lucía.
-No Lu, el abuelo siempre dice que Rudolph llega a casa sediento-recordó el pequeño.
-Entonces con esos hay-afirmó la niña.
El abuelo llevó el desayuno a la mesa y los cuatro empezaron a desayunar.
-¿Ya habéis enviado la carta?-preguntó Nicolás.
-Nosotros sí-respondió Carlos señalándose  a sí mismo y Lucía-pero María, no.
El abuelo miró a la adolescente y le preguntó:
-¿Porqué no María?
-¡Porque Papá Noel no existe!-gritó la chica roja de furia y acto seguido subió las escaleras como un rayo y cerró la puerta de la habitación de un portazo.
La pequeña Lucía empezó a llorar y balbuceó:
-¿Abuelo, Papá Noel si existe, verdad?
-Claro pequeña-afirmó el abuelo-lo que pasa es que María está pasando una edad muy mala.
Los niños miraron a su abuelo serios y este para cortar la tensión retomó el tema.
-¿Y qué habéis pedido?.



Todos cenaban alegremente menos María. Seguía enfadada con su abuelo por decirles esas tonterías a sus hermanos. El abuelo había preparado una rica sopa y una jugosa carne. Cuándo terminaron de cenar, Lucía y Carlos se sentaron en el regazo del abuelo y emocionados se prepararon para la historia. María sin ganas de escuchar nada más sobre el gordinflón se puso los auriculares y escuchó música.
-¿Empezamos?-preguntó el abuelo.
-Si-respondieron los niños con ímpetu.
-Hoy voy a contaros la historia de cómo conocí a Papá Noel…-dijo el abuelo-Todo comienza cuando vuestro viejo abuelo tenía unos 10 años…

Ese día era muy nublado y frío. La noche apareció con una nevada inmensa. Estaba en casa de mis padres cenando junto a mi hermano Rodolfo. Mi padre era un gran cuentacuentos y cada navidad cogía sus marionetas y nos relataba una historia. Esa navidad yo estaba un poco rebelde. Pensaba que Papá Noel era una invención de mi padre, pues, hay que admitir que el pobre no estaba muy cuerdo. Ese día mi padre hizo su habitual historia de navidad y nos acostamos pronto. Hacía tanto frío que ni la manta me calentaba y no podía dormir. De pronto escuché ruidos extraños en el salón.
Lucía y Carlos contenían la respiración y María que no pudo aguantar la curiosidad se quitó los auriculares y prestó atención.

Bajé sigilosamente las escaleras y me escondí detrás de la puerta. Observé como un hombre vestido de rojo y con una espesa barba aparecía por la chimenea.
-¡Papá Noel!-dijo ansiosa Lucía.
-Shh-añadió Carlos mientras la niña se callaba.
El hombre llevaba un saco enorme a la espalda y unas gafas de media luna adornaban su rostro. El señor se quitó la ceniza del rostro y dejó los regalos debajo del árbol. Luego observó la mesa y la encontró vacía. Puso cara de decepción y se dispuso a marcharse. Pero yo aparecí con una bandeja de mantecados y leche caliente. El hombre se asustó y se dispuso marcharse, pero yo le prometí que no le contaría su secreto a nadie. Santa Claus y yo hicimos un trato. La navidad número 72 de mi vida se volvería a aparecer a algún familiar mío.
--¡Esa navidad es hoy!-exclamó Carlos emocionado,Lucía sonreía mucho y María aburrida observaba la reacción de sus hermanos y el abuelo añadió:
-Esperad que aún no ha terminado.
Esa navidad desvelaría su secreto a este familiar y él debería esperar hasta su navidad número 72 para volverle  a ver y con suerte otra persona descubrir su secreto…
-¿Y cuál es el secreto?-preguntó Lucía.
-Si esta noche veis a Papá Noel él os lo contará-explicó.
Los niños sonrieron al abuelo y este dijo:
-¡A la cama!-los pequeños obedecieron y subieron a sus habitaciones.




María escuchó ruidos extraños. Después de que ``Santa``invadiera otra vez sus sueños. La chica se levantó de la cama y bajó al salón. Se sentó en una silla y empezó a comer mantecados que se suponía que eran para Papá Noel.
-Eso es mío-le regañó un hombre barbudo y gordinflón.
María pegó u grito asustada y luego inspeccionó al hombre.
-Calla mujer o despertarás  a todo el vecindario-susurró Santa.
-Pero…pero ¡tú existes!-dijo.
-Claro que existo-dijo con sarcasmo-¿ o es que a ti te hubiera echo gracia que te dijera que no existes?

-Pero…-replicó la chica.
-Vamos a ver…-dijo Santa a la vez que sacaba un laaaaaaaaaaaaargo pergamino y buscaba un nombre-aquí: María González-frunció el ceño- aquí dice que no crees en mí.

-An…antes no-explicó.
-Bueno te perdonaré-refunfuñó Santa Claus-pero no quiero oírte ni una sola vez decir que no existo.
-Vale.
-Ahora me como los pastelitos-Santa se tragó todos de una vez-y dejo los regalos-Papá Noel colocó cada regalo debajo del árbol y después se dirigió a María-espero verte dentro de 72 años y que no hallas dicho que no existo-y ya desde la chimenea añadió-dale recuerdos a tu abuelo.
María sorprendida miró la chimenea y segundos después observó por la ventana a Santa Claus marcharse con su habitual gritito:¡hou!¡Hou!¡hou!¡feliz navidad!.
La chica subió las escaleras y se metió en la cama. El abuelo Nicolás desde su puerta observó a su nieta  y sonrió.


A la mañana siguiente Lucía y Carlos se levantaron temprano y abrieron sus regalos y el abuelo le susurró al oído a María:
-¿Santa existe?.
-Claro que sí-respondió la chica sonriente.



MUCHOS AÑOS DESPUÉS
 Una mujer de pelo blanco esperaba sentada en su silla desgastada. La mujer sostenía una bandeja con mantecados. Se escudaron unos ruidos raros y un hombre gordinflón, de baja estatura y con un traje rojo y una barba que el llegaba hasta el suelo apareció por la chimenea.
-¿Santa?-preguntó la vieja María González.

Espero que os alla gustado

CAZADORA DE SUEÑOS